La Baranda de San Francisco, es el nombre de referencia de un grupo amigos de juventud que se han vuelto a encontrar a través de la red social Facebook, y decidieron reunirse con un objetivo común, subir la Yebel Musa, la montaña conocida por todos como la Mujer Muerta
Aunque la idea principal fue de la «Barandera» Magda Casas; Rafael Pasamar y la fundadora de la página La baranda de San Francisco, Carmen Juste; fueron los responsables de este apetecible encuentro y como no quisieron perder ni un minuto de su estancia en la ciudad, organizaron una cadena de actividades que comenzaron con la recepción del alcalde presidente de la Ciudad Autónoma, Juan Vivas, quien les recibió con unas cariñosas palabras de bienvenida. A continuación «la pandilla de la baranda» ofreció un ramo de flores a la Virgen de Africa, patrona de la ciudad y lugar donde contrajeron matrimonio la mayoría de ellos.
Una vez finalizados los «Actos oficiales», los más valientes,aprovecharon para cruzar el foso de San Felipe a nado, mientras los demás les esperaban en en Club Natación Caballa tomando el aperitivo hasta encontrarse en el chiringuito de la playa de la Ribera para compartir mesa y mantel.
La subida a la Mujer Muerta fue la que ocupo toda la jornada siguiente.
La cena de despedida tuvo lugar en el Casinillo de la Legión, donde todos los «Baranderos» (algunos de ellos hacía más de cuatro décadas que no se veían) tuvieron la ocasión de compartir distendidos momentos y un sinfín de recuerdos de aquellos maravillosos años, por lo que las emociones no faltaron en esta reunión.
Página del Facebook con el título “La Baranda de San Francisco”, tiene su origen en que las barandas de enfrente de la Iglesia de San Francisco eran el centro de reunión de múltiples pandillas, donde se citaban prácticamente a diario. Tardes enteras se pasaban simplemente reunidos, hablando, jugando, descubriendo las esencias de los sentimientos que empezaban a aflorar y aprendiendo a interrelacionarse de cara a su futuro, y sobre todo para ver salir a las «niñas de las monjas» del colegio La Inmaculada Concepcion. Allí aprendían, en una palabra a vivir su juventud