¿Alguna vez te has dado cuenta de que tienes que apagar la luz con la misma mano con la que la encendiste? ¿Sientes una paz inexplicable cuando los cojines del sofá están perfectamente alineados? ¿Eres de los que, si pisa una baldosa con el pie derecho, siente la necesidad de pisar otra con el izquierdo para equilibrar el universo?
Si has respondido «sí» a alguna de estas preguntas… felicidades, tienes un TOC de andar por casa. No te preocupes, no significa que necesites terapia intensiva (bueno, depende de cuántas veces revises si cerraste la puerta). Simplemente formas parte de ese 100% de la humanidad que tiene pequeñas obsesiones, manías o rituales que, aunque no los admitamos en voz alta, nos dan una absurda pero maravillosa sensación de control.
El Trastorno Obsesivo Compulsivo (TOC) es un problema serio cuando interfiere en la vida de alguien, pero aquí no estamos hablando de eso. No, aquí estamos hablando de esos pequeños tics que nos convierten en adorables maniáticos funcionales.
Por ejemplo, están los organizadores compulsivos, que no pueden ver un estante desordenado sin sentir un vacío existencial. Si entras en su casa y mueves un libro dos centímetros, te mirarán como si hubieras cometido un crimen de lesa humanidad.
Luego tenemos los perfeccionistas numéricos, aquellos que necesitan que el volumen de la televisión esté en un número par o múltiplo de cinco. No importa que el 17 suene perfectamente bien, si no es 16 o 20, el mundo pierde todo sentido.
Y no olvidemos a los guardianes de la simetría, esos que jamás podrán comerse una pizza si las porciones no están perfectamente divididas. Si les das un plato con dos croquetas y una sola aceituna, prepárate para ver cómo entran en cortocircuito.
Estas manías pueden parecer ridículas, pero en realidad cumplen una función importante: nos dan la sensación de que tenemos el control de algo en este mundo caótico.
Porque seamos honestos: no podemos controlar el tráfico, el clima o el precio de la gasolina. Pero sí podemos asegurarnos de que los botes en la despensa estén ordenados con la etiqueta hacia adelante. Y eso, queridos amigos, nos da paz mental.
Seguro que tú también tienes alguna manía. A ver, dime la verdad:
¿No puedes dejar un mensaje en azul sin responder?
¿Si ves una imagen torcida en la pared, necesitas arreglarla o, de lo contrario, te perseguirá en tus pesadillas?
¿Siempre revisas tres veces si cerraste la puerta del coche? (Y aun así dudas al alejarte).
¡Bienvenido al club!
Hagamos un repaso de los pequeños rituales que todos hemos hecho al menos una vez en la vida:
Comprobar si el móvil sigue en el bolsillo cada dos minutos, aunque nadie lo haya tocado.
Pisoteo estratégico de baldosas para no pisar las líneas.
Acomodar los billetes de la cartera en orden de menor a mayor. Abrir y cerrar la nevera varias veces, por si mágicamente apareció algo nuevo.
Poner el despertador a las 07:01 en vez de a las 07:00 porque es «menos redondo».
Y, por supuesto, el clásico de clásicos: apagar el horno y, cinco minutos después, volver a comprobar que realmente lo apagaste. Porque claro, el horno es un ente malvado que puede encenderse solo si no lo vigilas.
Pero lo mejor de todo esto es que nuestras pequeñas obsesiones a veces nos hacen más eficientes.
Mira a los que organizan su ropa por colores o los que planifican hasta el último detalle de sus viajes con itinerarios de 14 páginas. Parecen locos, pero nunca llegan tarde y siempre encuentran lo que buscan.
Los que no soportan ver una notificación sin abrir tampoco están tan mal… Son los primeros en responder correos y mensajes, y eso en el mundo digital es casi un superpoder.
Al final, lo importante es reírnos de nuestras pequeñas rarezas. Todos tenemos nuestras manías, pero mientras no nos dominen, podemos abrazarlas con orgullo.
Porque, ¿qué sería de este mundo sin las personas que se aseguran de que el papel higiénico cuelgue hacia afuera y no hacia adentro? (Que, por cierto, es la forma correcta según la patente de 1891).
Así que la próxima vez que alguien te diga que eres un maniático por organizar las servilletas en la mesa o por tardar 10 minutos en encontrar el emoji perfecto… respóndele con una sonrisa, porque en el fondo, todos llevamos un pequeño TOC dentro.